Escenificación del Todesfuge, de Paul Celan |
El campo de
concentración de Buchenwald pasaría a la historia por haberse convertido en una
factoría en la que, además de otros objetos, se fabricaban lámparas, guantes y forros
para biblias con la piel de los judíos ejcutados. Allí se desarrollan las escenas de Guantes de Piel Humana, una obra de teatro escrita en
1977 por Carlos Morales y Julio
C. Lourtau,
que fue cronológicamente la primera en torno al Holocausto de la cultura
hispanoamericana, y la tercera en la dramaturgia europea.
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Karl Otto Koch |
Uno no sabrá nunca
si fue por exceso de valor o por uno de esos ataques de sana imprudencia que
hace irrepetibles -y también inolvidables- los tiempos de nuestra juventud,
pero lo cierto es que, cuando todavía no se había diluido el olor de la cirios
bajo el que fue enterrado en el Valle de los Caídos el dictador Francisco
Franco, y cuando no eran pocos en España los que entretenían sus miedos y sus
viejos rencores alargando hasta el infinito las listas de los que habrían de
ser fusilados cuando estallara -de nuevo- otra guerra Civil, un joven
estudiante de Arte Dramático se subió al escenario de la Casa de la Juventud
para representar, con la única protección del cielo de septiembre, un diálogo
terrible entre un comandante nazi y la última de sus víctimas judías, cuyo
impacto marcó la historia personal de quienes tuvimos la ocasión de escucharlo
en directo.
¿Cómo supo aquel
muchacho los pormenores de aquel dantesco infierno que se desarrolló durante
más de diez años tras las alambradas de Buchenwald, y en los que se inspiró el
guión de sus Guantes de piel humana? ¿Cómo pudo un estudiante de arte
dramático sobrepasar los férreos cinturones de la censura franquista y hacerse
con la información suficiente para encarar un proyecto semejante? Algún día, Julio Clemente Lourtau tendrá que
contarnos esa historia, porque a la altura de los últimos estertores del último
verano de 1977 bajo los que se escenificó su obra en la ciudad de Tarancón, los
sumarios que daban fe de la iniquidad de Ilse Koch, de quien partió la idea de
hacer guantes y lámparas de piel humana en aquel campo de concentración de
Buchenwald que dirigía su marido Karl Otto Koch, apenas sí eran conocidos en
España por el personal del cuerpo diplomático, por algunos periodistas como
Carlos Sentís y por algunos historiadores especializados en la Segunda
Guerra Mundial.
Julio C. Lourtau |
Para darse cuenta
del valor de lo que acababa de ocurrir, sólo hay que tomar en consideración que
todavía faltaba más de un año para que Holocausto, aquella legendaria y
cuestionada serie de televisión que protagonizara Meryl Streep, hiciera saltar masivamente
por los aires el denso cinturón de silencio que, hasta entonces, había
“protegido” a la inmensa mayoría de la sociedad de Occidente del conocimiento
del gigantesco Apocalipsis que, cuarenta años antes, había sufrido el mundo
judío en el corazón mismo de nuestra civilización...
De hecho, aunque
nadie lo sabía entonces, aquel barbilampiño adolescente se adelantó en muchos
años en España a la gran marea literaria que, construida en torno al
Holocausto, comenzó a agitar las conciencias de la cultura peninsular desde los
años noventa del siglo XX. Pero es que,
además, sus Guantes de Piel Humana fueron los primeros que se arrojaron,
desde el mundo del teatro, a la cara del amplio marco cultural de tradición
hispánica, y la primera irrupción –también– en lengua castellana entra la
exigua pléyade de dramaturgos europeos que, hasta entonces, se habían
arriesgado a dar vida a la locura nazi en los escenarios de Europa. El nombre
de Julio Clemente Lourtau se sumó, así, al de Rolf Hochuth, que algunos años antes, en 1963, puso en evidencia en
El
Vicario la cómplice actitud de la jerarquía católica ante la tragedia;
o a la de Peter Weiss, que en 1965
había representado con La indagación la distinta visión que
las víctimas y los verdugos se habían construido de la tragedia judía. El joven
dramaturgo español se adelantó, incluso, a la voz del dramaturgo israelí Yehosua Sobol, que, con su Ghetto,
fue la primera voz en el teatro que emergió de la cultura hebrea, ¡en un fecha
tan tardía como el año 1984!, para adentrarse en las luces y en las sombras de
la normalidad antiheroica de las millones de judíos que fueron ejecutados. En
ello se resume -poco más o menos- toda la producción dramática que, hasta esa
fecha, había tenido lugar en torno al Holocausto en toda la cultura occidental,
en la que sólo por ello Lourtau merece algo más que un frontispicio propio.
Ilse Koch, declarando en el jucio por crímenes contra la humanidad. Fue condenada a cadena perpetu, pero se suicidó en 1967 en el silencio de su cárcel. |
A pesar de que la
obra se representó en muchas ciudades de la geografía española de finales de
los años setenta, los recelos de una clase política consciente del peso que
todavía tenía en la sociedad española la cultura franquista renunciaron a
prestar más cobertura de la precisa al joven dramaturgo, cuya obra no pudo
editarse entonces. De hecho, tendrían que pasar todavía treinta años para que Guantes
de Piel Humana volviera a representarse de nuevo, a modo de un homenaje
del Ayuntamiento socialista de la Ciudad de Tarancón de Cuenca a aquel
acontecimiento histórico que todavía nadie había olvidado.
Cabezas reducidas y otros objetos fabricados en Buchenwald con piel humana |
Los meses que
precedieron al reestreno, acontecido el 16 de noviembre de 2007, fueron días de
trabajo extremo en los que el propio autor, además de encomendarme el personaje
del coprotagonista judío, delegó en mí la responsabilidad de redactar de nuevo, y casi por completo, el
guión que se había escenificado tres décadas antes. Procuré conservar escenas
capitales de lo que había sido su primer diseño, así como filosofía que había
presidido entonces su escritura haciendo de Guantes de piel humana un
gesto valiente y bravío contra todas las formas del totalitarismo en unos años
en que el totalitarismo, en España, todavía no había terminado de morir. En lo
demás, el guión se rehízo casi al cien por cien, contando con la información ya
ingente que se tenía sobre lo que había pasado realmente en el campo de
concentración de Buchenwald. Se reincorporaron al texto original los versos del
«Tenebrae» y del «Todesfuge» de Paul Celan; se acentuó aún más la reflexión en
torno a las relaciones de sumisión y dominio entre las víctimas y los verdugos,
prestando especial atención al problema –de distinta naturaleza– de la culpa en
ambos personajes, y se transformó por completo el ámbito escénico y temporal,
convirtiéndolo en un «juicio sumarísimo» celebrado más allá de la muerte y en
el que los dos personajes eran, a la vez, jueces e imputados. Especial trascendencia en el montaje final
tuvo la colaboración musical del poeta Juan Ramón Mansilla, que se basó en su
práctica totalidad en la obra de Olivier Messiaen y cuyo impacto fue amplísimo
y sobrecogedor.
Recordar aquella experiencia
única en mi vida sigue encogiéndome. Pero también reafirma mi complicidad con mi amigo Julio
Clemente Lourtau, y mi admiración al coraje de quien tuvo el valor que a otros
nos faltaba para alzar su voz en tiempos aún difíciles y golpear con ellos
nuestras conciencias dormidas e ignorantes. Pero este apunte biográfico no
quería otra cosa que resaltar su nombre entre los nombres de quienes se
preocuparon de hacer de la literatura y
del teatro un canto de homenaje hacia las víctimas del Holocausto. No olvidar.
No olvidar.
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No
se prohíbe la reproducción de este texto, pero se ruega a quien lo haga que,
por honradez intelectual, cite el medio en que fue o ha sido publicado y su
autoría.
Grandes Obras de
El Toro de Barro
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En un dramático–y real– camino de retorno, algunos de los 130 niños que sobrevivieron a Auschwitz viajaron de nuevo al escenario de aquel apocalipsis con un grupo de estudiantes israelíes de secundaria, en el que se encontraban sus hijas. El encontronazo de dos generaciones distintas con aquella memoria de dolor provocó una gigantesca catarsis individual y colectiva, cuya historia fue narrada por la psicóloga infantil Amela Einat en La cicatriz del humo, Esta novela coral pone de manifiesto las diversas formas de experimentar la presencia real de aquella tragedia en todas las generaciones del Israel contemporáneo, de cuyas patologías Amela Einat es una reputada e innovadora especialista
2 comentarios:
Asqueante... No tengo otra palabra.
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