domingo, 31 de agosto de 2014

«Trino de los horrores de la noche», de Mario H. Dobry

Rodin



Mario H. Dobry
(Argentina, 1941)
Trino de los horrores de la noche
(Auschwitz, 1941)




En la calle hay un gorrión negro
que ha vomitado su trino
y el trino defeca olores nauseabundos de la tarde.

El gorrión se ha parado a la altura de una rama
y un niño con su rostro de muerte le sonríe.

Trino de la noche negra del sueño,
trino de la retaguardia del hambre,
trino obsceno.

Cuando marchamos al compás de los alaridos,
repiques de los gritos,
el silencio se hace más profundo en el pecho
y el otro es la oscuridad,
y el humo es la escoria de nuestros cuerpos
que sube
como una fumarola hedionda de las chimeneas
y tiñe los campos con nuestra humillación.

Trino de los gorriones malheridos
del alma.

Esta noche alguien ha muerto de una bala en el cráneo.
¿Pero qué importa esta muerte solitaria
para los conjurados de la muerte?
Esta noche he vomitado en mi camastro
y otro orinó cuando lo ahorcaban en el patio.
¿Acaso la muerte tiene un olor distinto?

Trino de los horrores melancólicos
de las penumbras.

La sordidez de la barraca
hiede a miedo.
Alguno de nosotros mañana
habrá de ver el volumen de la noche
en sus uñas mugrientas y afligidas
y su boca exhalará el vaho
de la angustia.

Trémulo gorgojeo del pájaro
que trina socarronamente.

Llueve sobre los techos de zinc
mal trazados
y arrastra la ceniza que fluye de nuestros pulmones,
el aire está lleno de voces que el humo no ha logrado mitigar
y el desgarrado baile de nuestros huesos crepitando
en las paredes de juntas desparejas
se marchita como una oración.

Trino de la desesperanza
de la razón,
trino amortajado del odio.

El otro ha descolorido mi semblante,
ha negado mi aliento
y estoy solo de soledad
y el hueco de la cama
contiene mi úlcera.

Trino del pájaro que ha huido
a la profundidad del bosque.

El pájaro se ha marchado con su estela
luminosa de arrogancia
y se ha llevado de nuestra herrumbre
nuestras miradas desvanecidas
sin comprenderlas
a la oscuridad del miedo 




Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín", Col. Cuadernos del Mediterráneo, El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
 



















miércoles, 13 de agosto de 2014

«Hijos», de Jaime Vándor...


 Jaime Vándor

Estudio, selección y notas de Carlos Morales.
(En preparación) 

Jaime Vandor
(Austria, 1933 – España, 2014)
Hijos

                    31 de octubre de 1993



Ya sé que sufrís cuando
                                    sufro
                             y lleno la habitación
                                    hasta no caber
                                    de mí mismo.

Ya sé que os ahoga
mi densidad
conozco eso y vuestra
impaciencia
vuestras ganas de abrir
la ventana –

Korczak, borboto,
decís ya sé, papá.

Aún vuestro no saber os pesa,
por favor ahora no,
de qué sirve, reconócelo

mas no puedo refrenarme
egoísta, lacerado
me arrimo para descargar
mi oneroso pesar en
hombros de juventud.

Miradas suplicantes déjanos ir
Por qué, papá, siempre tan dramático
lo que sea pasó hace ya mucho tiempo

Y es cierto. Me recrimino
queréis volar y yo os mojo las alas
no importa que las lágrimas fluyan
–grietas demasiado conocidas–
hacia adentro.

Por Dios no tracéis esta línea
Yo también sé reír en otros momentos
sois testigos
también yo comparto, creedme,
la alegre inconsistencia
os juro que puedo ser normal
como cualquier otro que nada sabe
ni piensa ni recuerda ni

Pero hay horas en que me rinde
la roca lúgubre
no es el águila que picotea,
es el cuco, ojo mudo
avasalla el cerebro

y vosotros impotentes
estáis tan lejos –
felizmente a salvo.

Mis palabras no os llegan
como no os llegan mis latidos
por más que os lleve dentro de mí
(nadie me absolverá de esa asintonía)
entiendo pero no me consuela:
ramas os mece la brisa y a la flor
qué habrían de importarle
las añejas anillas del tronco

No se trata de saber
en esto estamos de acuerdo
vuestro torrente y mi río
corren hacia eras distintas
salta el vuestro, espeso el mío
me arrastra aguas arriba

sería ésa mi auténtica patria?

Hijos del dolor
no es culpa vuestra
mi reloj asigna lejanos lutos
duelo de personas que ni he conocido
manecillas enloquecidas me hostigan
¡ay, ruta solitaria!
y esta alforja de plomo...

...idos, idos, ya hablaremos,
si no me molesto,
claro que hallaremos
el momento propiciado
y yo mismo seré otro
mañana.
Suave, mohína se cierra la puerta
vuelvo a quedarme
y más que antes, solo.

Qué oscuridad sin vosotros
qué frío de repente
qué simas sin eco.
Ya no sé, es Korczak
quien me aplasta o la ausencia
mejor cerrar los ojos
mientras sigue sofocante
esta densidad
cuando lleno la habitación
hasta no caber
de mí mismo. 
-----
Querría vuestro perdón pero ya no estáis.
 


Otros poemas de Jaime Vándor
  



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© De los poemas, Jaime Vándor
© De Negra leche del alba, El Toro de Barro. 
En caso de reproducción, rogamos se cite la autoría.